miércoles, 12 de septiembre de 2007

TRANSMUTACIÓN MENTAL

«La mente así como todos los metales y demás elementos, pueden ser transmutados, de estado en estado, de grado en grado, de condición en condición, de polo a polo, de vibración en vibración. La verdadera transmutación hermética es una práctica, un método, un arte mental.»
El Kybalion.

Como indicamos anteriormente, los hermetistas fueron los verdaderos creadores de la alquimia, de la astrología y la sicología, habiendo sido Hermes el fundador de esas escuelas de pensamiento. De la astrología ha derivado la astronomía moderna; de la alquimia ha surgido la química y de la sicología mística la sicología moderna. Mas no debe suponerse que los antiguos fueron unos ignorantes respecto a lo que las escuelas modernas creen de su exclusiva propiedad. Las inscripciones grabadas en las piedras y monumentos de Egipto prueban concluyentemente que los antiguos poseían el más perfecto conocimiento acerca de la astronomía, mostrando la construcción de las mismas pirámides una relación estrechísima entre sus designios y su conocimiento de la ciencia astronómica. Tampoco debe suponerse que ignoran la química, pues los fragmentos de antiguas escrituras descubiertas muestran que estaban muy familiarizados con las propiedades químicas de los cuerpos. En una palabra, sus teorías respecto a la física han sido posteriormente verificadas y confirmadas por los últimos descubrimientos de la ciencia moderna, sobre todo en lo que se refiere a la constitución de la materia. Lejos de ignorar los llamados modernos descubrimientos psicológicos, los egipcios estaban muy al corriente de todo ello, especialmente en ciertas ramas que ignoran completamente las escuelas modernas, y sobre todo en «ciencia psíquica», la que tanto está confundiendo a los psicólogos de hoy en día, y haciéndoles confesar al fin que, «después de todo, bien puede haber algo de cierto en ello».
Lo cierto es que, además de la química, astronomía y sicología (esto es, la sicología en su aspecto de función cerebral), los antiguos poseían un conocimiento trascendental de la astronomía que se llamó alquimia y de la sicología trascendental titulada sicología mística. Y no solamente poseían este conocimiento interno, sino también el externo, siendo este último el único que conocen los hombres de ciencia modernos. Entre los muchos aspectos y tópicos de conocimientos secretos de los hermetistas se encuentra lo que se conoce como «transmutación mental».

«Transmutación» es el término generalmente empleado para designar el antiguo arte de transmutar los metales, especialmente los de poco valor, en oro. La palabra «transmutar» significa «cambiar de naturaleza, de sustancia y de forma, convirtiéndose en otra; transformarse en otra cosa» (Webster).
Y de acuerdo con esa definición, «transmutación menta» significa el arte de transformar o cambiar los estados, cualidades, formas, condiciones mentales etc., en otros. Así que podéis ver que la transmutación mental no es otra cosa que una especie de química mental; y si preferís el término, una forma especial práctica de sicología mística.
Mas esto tiene un significado muchísimo mayor de lo que parece a simple vista. La transmutación alquímica en el plano mental es tan importante en sus efectos que de ser conocida sería uno de los estudios más importantes para el hombre. Y esto no es más que el principio. Veamos por qué.
El primero de los siete principios herméticos es el de mentalismo, que afirma que «el TODO es mente, que el universo es mental», lo que significa que la única realidad que se oculta tras todo cuanto existe es mente; y el universo en sí mismo es una creación mental, esto es, existe en la mente del TODO. Consideraremos este principio en las sucesivas lecciones, pues ahora vamos a estudiar sus efectos, suponiendo que dicho principio fuera cierto.
Si el universo es de naturaleza mental, entonces la transmutación mental debe ser el arte de cambiar o transformar las condiciones del universo, trátese de la materia, de la energía o de la mente. Así que esa transmutación, no es otra cosa que la magia, de la que tanto han hablado los escritores antiguos en sus obras místicas, pero acerca de la cual daban tan pocas instrucciones prácticas. Si todo es mental, entonces la posesión del medio que permita transmutar las condiciones mentales debe hacer del Maestro el dirigente y controlador de las condiciones materiales, así como de las operaciones llamadas mentales.
Es muy cierto que nadie, excepto los alquimistas mentales más avanzados, han alcanzado el grado de poder necesario para dominar las condiciones físicas más densas, tales como los elementos de la naturaleza, la producción y cesación de las tempestades, la producción y cesación de terremotos u otros fenómenos físicos de cualquier clase, pero que tales hombres existieron y que existen es una cosa que no duda ningún ocultista, sea de la escuela que sea. Los mejores instructores aseguran a sus estudiantes que los Maestros existen, habiendo aquellos tenido algunas experiencias personales que justificaban su creencia. Estos Maestros no hacen exhibición pública de sus poderes, sino que, por el contrario, permanecen solitarios para poder así actuar y trabajar mejor en el sendero de la realización. Mencionamos aquí su existencia, meramente para llamar vuestra atención acerca de que sus poderes son enteramente mentales y que operan en el sentido de la más elevada transmutación mental, según el principio del mentalismo de
El Kybalion, que dice: «El universo es una creación mental».

Mas los estudiantes y hermetistas de los grados inferiores al de Maestro —los iniciados e instructores— pueden también actuar y obrar libremente en el plano mental.
Todo cuanto llamamos «fenómenos psíquicos», «influencia mental», «mentalismo» etc., son transmutación mental, pues existe un principio único, y nada importa el nombre que se dé a los fenómenos que se produzcan.
El que practica la transmutación mental trabaja en ese plano, transformando condiciones y estados mentales en otros, de acuerdo con fórmulas más o menos eficaces. Los varios «tratamientos», «afirmaciones», «autosugestiones», etc., de las escuelas mentalistas no son más que esas mismas fórmulas (muy a menudo imperfectas y empíricas), del arte hermético. La mayoría de los que las practican son unos ignorantes comparados con los antiguos Maestros, porque no poseen el conocimiento fundamental sobre la cual está basada esa operación.
No solamente los estados mentales de uno mismo pueden ser transmutados según los métodos herméticos, sino que también puede hacerse esto con la mentalidad de los demás y, efectivamente, todos sufrimos transformaciones mentales de cualquier índole, inconscientemente, por lo general, pero a veces conscientemente, cuando comprendemos algo acerca de las leyes y principios que los rigen, y sobre todo cuando los demás ignoran los medios de protegerse a si mismos. Muchos estudiantes de mentalismo saben que las condiciones materiales dependen de las mentes de los demás, y pueden ser transmutadas y cambiadas de acuerdo con los deseos de la persona que quiere modificar sus condiciones de vida. Se ha hecho esto tan público hoy en día, que no creemos necesario mencionarlo en detalle, siendo nuestro propósito únicamente el de mostrar la acción de este principio hermético que se oculta tras todas esas varias formas de operar, buenas o malas, porque la fuerza puede ser empleada en ambas direcciones, de acuerdo con el principio hermético de polaridad.
En esta obra indicaremos los principios básicos en los que se funda la transmutación mental, de tal manera que todos los que la estudien puedan comprender las leyes a que obedecen, y poseyendo así la clave maestra, sean capaces de abrir las muchas puertas del principio de polaridad.
Ahora procederemos a considerar el primero de los siete principios herméticos, el del mentalismo, el que se explica y desarrolla el axioma de que el TODO es mental, de que el universo es una creación mental, según las palabras de El Kybalion.
Este principio debe estudiarse cuidadosamente, porque él es, en realidad, la base de toda la Filosofía Hermética y del arte hermético de transmutación mental.

sábado, 28 de julio de 2007

EL TODO





«Más allá del Kosmos, del Tiempo, del Espacio, de todo cuanto se mueve y cambia, se encuentra la realidad Substancial, la Verdad Fundamental.»

El Kybalion.

«Sustancia» significa lo que yace oculto bajo toda manifestación externa, la realidad esencial, la cosa en sí misma. «Substancial» significa actualmente existente, el elemento esencial, el ser real. «Realidad» significa el estado del ser verdadero, real, eterno, permanente, fijo. Más allá de toda apariencia externa o manifestación debe haber siempre una realidad substancial. Esta es la ley. El hombre al considerar y examinar el universo, del cual es una unidad, no ve otra cosa que un cambio continuo en la materia, en las fuerzas en los estados mentales. Ve que nada es realmente, que todo se transforma y cambia. Nada permanece: todo nace, crece, muere; tan pronto como una cosa ha adquirido su máximo desarrollo empieza a declinar; la ley del ritmo está en constante operación; no hay realidades, nada firme, nada duradero, fijo o substancial, nada permanente, todo es cambio. Todas las cosas surgen y evolucionan de otras cosas. Hay una acción continua que es seguida siempre de su reacción correspondiente; todo fluye y refluye, todo se construye y derrumba, todo es creación y destrucción, vida y muerte. Y si el hombre que tal examen hace y tales cosas ve fuera un pensador, comprendería que todas esas cosas en perpetuo cambio no pueden ser sino simples apariencias externas o manifestaciones de algún poder que se oculta tras ellas, de alguna realidad substancial encerrada en las mismas.
Todos los pensadores, de cualquier país o época, se han visto obligados a afirmar la existencia de esta realidad substancial. Todas las filosofías, cualquiera que haya sido su nombre, se han basado en esta idea. Los hombres han dado a esta realidad substancial muchos nombres: algunos la han denominado «Dios», otros «Divinidad Infinita» y «Eterna Energía», «Materia», etc., pero todos han reconocido su existencia. Es evidente por sí misma. No necesita argumentos. En estas lecciones hemos seguido el ejemplo de algunos de los más grandes pensadores del mundo, antiguos y modernos —los Maestros herméticos— y hemos denominado a ese poder que se oculta tras todas las manifestaciones, a esa realidad substancial, por su nombre hermético del TODO, cuyo término nos parece es el más amplio de los que puede emplear el hombre.
Aceptamos y enseñamos las teorías de los grandes pensadores herméticos, como también las de esas almas iluminadas que han ascendido a planos superiores de existencia. Unos y otros afirman que la naturaleza íntima del TODO es incognoscible. Y esto debe ser así efectivamente, pues nadie, excepto el TODO mismo, puede comprender su propia naturaleza y su propio ser. Los hermetistas creen y enseñan que el TODO en sí mismo es y debe ser incognoscible. Consideran las teorías y especulaciones de los teólogos y metafísicos respecto a la naturaleza íntima del TODO como esfuerzos infantiles de mentes mortales para sorprender el secreto del Infinito. Todos esos esfuerzos han fracasado siempre, y seguirán fracasando, debido a la naturaleza misma de la tarea. El que especula sobre ello se encuentra perdido en un laberinto de pensamientos sin salida, y si persiste en su intento acaba por perder toda capacidad para razonar sanamente, hasta llegar a serle imposible la vida. Se encontraría en una situación parecida a la de la ardilla, que en la jaula se pone a girar en su rueda, sin moverse del mismo sitio, continuando tan prisionera como antes de haber comenzado. Y aun muchos más presuntuosos son esos que tratan de atribuir al TODO la personalidad, cualidades, propiedades, características y atributos de ellos mismos, como si el TODO tuviera las emociones, sentimientos y características de los humanos. Y llega hasta atribuirle malas cualidades, como los celos, la susceptibilidad a la alabanza y a la oración, el deseo de que se le ofrende y se le adore y todas esas otras cosas que nos han legado como herencia de los primeros días de la infancia de la humanidad. Tales ideas no le sirven para nada al hombre desarrollado y acaba por dejarlas a un lado. Creemos debe indicar que hacemos una distinción entre la filosofía y la metafísica. Religión significa para nosotros la realización intuitiva de la existencia del TODO y de la relación entre uno mismo y ÉL, mientras que la teología significa para nosotros el esfuerzo o los esfuerzos que hace el hombre para atribuirle las propias cualidades, personalidad, características, etc., así como sus teorías proyectos, deseos y designios, asumiendo el papel del intermediario entre el TODO y el pueblo. La filosofía significa para nosotros la especulación que tiende a comprender las cosas cognoscibles y pensables (permítasenos la palabra), en tanto que la metafísica indica la tentativa de inquirir entre las nebulosidades de las regiones de lo incognoscible y de lo impensable, la que, al fin y al cabo, tiene la misma tendencia que la teología. Consecuentemente, la religión y la filosofía significan para nosotros cosas que tienen realidad por sí mismas, en tanto que la teología y la metafísica son algo así como senderos tortuosos y laberínticos, por los que circula la ignorancia, y forman la base más insegura e inestable sobre la que puede apoyarse la mente o el alma del hombre. No insistiremos para que aceptéis estas definiciones; las mencionamos con el único objeto de deslindar nuestra posición. De todas maneras, muy poco hablaremos en estas
lecciones de teología y metafísica.
Si bien es cierto que la naturaleza esencial del TODO es incognoscible, hay, sin embargo, ciertas verdades relacionadas con su existencia, que la mente humana se ve obligada a aceptar. El examen de éstas constituye un asunto apropiado para la investigación, particularmente por lo que se refiere a lo que el iluminado nos transmite de sus impresiones en los más elevados planos de existencia. Y a esta investigación os invitamos ahora.

«Lo que constituye la Verdad fundamental, la Realidad substancial, está más allá de toda denominación, pero el sabio lo llama el TODO.»
El Kybalion.

«En su esencia, el TODO es incognoscible.»
El Kybalion.

«Mas el dictamen de la razón debe ser recibido hospitalariamente, y tratado con respeto.»
El Kybalion.

La razón humana, cuyo dictamen debemos aceptar tanto como lo juzguemos conveniente, nos dice respeto al TODO, sin pretender desgarrar el velo de lo incognoscible:
1. EL TODO debe ser todo lo que realmente es. Nada puede existir fuera del TODO, o, de lo contrario, el TODO no sería tal.
2. EL TODO debe ser infinito, porque nada puede existir que defina, limite o ponga restricciones al TODO. Debe ser infinito en tiempo, o Eterno, debe haber existido siempre, continuamente, pues nada puede haberlo creado jamás, y algo no puede nunca surgir de nada, y si alguna vez no hubiera sido, aunque sólo fuera un instante, no podría ser. Debe existir por siempre, porque nada hay que pueda destruirlo, y jamás puede dejar de ser ni aun por un solo momento, porque algo nunca puede convertirse en nada.
Debe ser infinito en el Espacio, debe encontrarse en todas partes, porque nada existe, ni hay sitio alguno que esté más allá del TODO. No puede ser de otra manera, sino continuo y omnipresente en el espacio, sin cesación, separación o interrupción, porque no hay nada en ÉL que pueda interrumpirse, separarse o cesar en su absoluta continuidad, y nada existe tampoco que pueda «llenar las grietas». Debe ser infinito en Poder, o Absoluto, porque nada hay que pueda limitarlo, restringirlo, confinarlo u obstaculizarlo. No está sujeto a ningún poder, porque no hay otro que el Suyo.
3. EL TODO debe ser inmutable, esto es, no sujeto a cambio en su naturaleza real, porque nada existe que pueda obligarlo a cambiar, ni nada de lo que pueda haberse transformado. No puede ser aumentado ni disminuido, ni ser mayor o menor, bajo ningún aspecto. Debe haber «sido» siempre, y debe seguir «siendo» siempre también, idéntico a lo que es ahora: el TODO. Nunca ha habido, ni hay, ni habrá algo en lo que pueda transformarse o cambiar.
Siendo el TODO Infinito, Absoluto, Eterno, Inmutable, debe deducirse que todo lo que es finito, mudable, transformable y condicionado, no puede ser el TODO. Y como nada existe fuera de Él en realidad, todo lo que sea finito debe ser nada realmente. No os vayáis a sorprender o asustar, porque no tratamos de embarcaros en Ciencia Cristiana, cubriendo estas enseñanzas bajo el título de Filosofía Hermética. Hay una reconciliación entre estos aparentemente contradictorios asuntos. Tened paciencia, que a todo llegaremos a su debido tiempo.
Vemos en torno a nosotros eso que se llama «materia», la que constituye las bases físicas de todas las formas. ¿Es el TODO materia simplemente? Absolutamente no. La materia no puede manifestar Vida o Mentalidad, y como la mente está manifestada en el universo, el TODO no puede ser materia, pues nada asciende más allá de su propia fuente, nada puede manifestarse en un efecto si no lo está también en la causa, nada puede evolucionar o emerger como consecuente si no está involucrado o involucionado como antecedente. Y además la ciencia moderna nos dice que la materia no existe realmente, sino que es «energía o fuerza interrumpida», esto es, energía o fuerza en un grado menor de intensidad vibratoria. Como ha dicho recientemente un escritor, «la materia se sumerge en el Misterio». Aun la ciencia materialista ha abandonado la teoría de la materia y ahora descansa sobre la base de la «energía».
¿Es pues, el TODO mera fuerza o energía? No. La fuerza, tal como la entiendan los materialistas, es una cosa ciega, mecánica, carente de vida o mentalidad. La vida y la mente no pueden nacer de ciega energía, por las razones dadas un momento ha: «Nada puede subir más alto que su propia fuente, nada evoluciona si no ha involucionado, nada se manifiesta en unefecto si no está en la causa». Así que el TODO no puede ser mera fuerza o energía, porque si lo fuera no existiría eso que se llama mente y vida, y ambas sabemos que existen, porque nosotros estamos vivos y estamos empleando nuestra mente en considerar esta cuestión; y en iguales condiciones se encuentran los que afirman que la energía es todo. ¿Que es lo que hay superior a la materia y a la energía, y que sepamos que existe en el Universo? ¡Vida y mente en todos sus diversos grados de desenvolvimiento! Entonces preguntaréis: ¿Queréis significar que el TODO es vida y mente? Si y no, es nuestra respuesta. Si entendéis por vida y mente lo que nosotros, pobres mortales, conocemos de ellas: ¡No, el TODO no es eso! Mas ¿qué clase de vida y mentalidad significáis?, preguntaréis.
La contestación es mente viviente, tan amplia como nosotros podamos concebirla, puesto que la vida y la mente son muy superiores a la fuerza puramente mecánica o a la materia. Mente infinita y viviente, si se compara con la vida y la mentalidad finitas. Queremos indicar eso que quieren significar las almas iluminadas, cuando reverentemente pronuncian la palabra: ¡ESPÍRITU!.
El TODO es mente viviente e infinita, los iluminados lo llaman Espíritu.

miércoles, 27 de junio de 2007

EL UNIVERSO MENTAL

«El universo es una creación mental sostenida en la mente del TODO.»
El Kybalion.

El TODO es espíritu. Mas ¿qué es el espíritu? Esa pregunta no puede ser contestada, puesto que definirla sería prácticamente definir al TODO, el cual no puede explicarse. El espíritu es simplemente el nombre que los hombres dan a la más elevada concepción de la infinita Mente Viviente, significa la esencia real, tan superior a todo cuanto entendemos por mente y vida, como estas últimas a la energía y la materia. El espíritu está más allá de nuestra comprensión, y usamos dicho término en el mismo sentido y queriendo significar lo mismo que cuando hablamos del TODO. Para nuestro entendimiento podemos pensar del espíritu como de una Infinita Mente Viviente, teniendo en cuenta, al mismo tiempo, que no podemos comprenderlo del todo. O hacemos esto, o nos vemos obligados a dejar de pensar.
Procederemos ahora a estudiar la Naturaleza del Universo, como un todo, y también en sus partes. ¿Qué es el Universo? Hemos visto ya que nada puede existir fuera del TODO; entonces ¿El Universo es el TODO? No, no puede serlo, porque el Universo parece estar hecho de muchas de múltiples unidades, y está en continuo cambio; Y de todas maneras, no está de acuerdo con las ideas que nos hemos visto obligados a aceptar respecto al TODO, según ya indicamos en nuestra lección anterior. Entonces, si el Universo no es el TODO debe ser nada; tal es la inevitable consecuencia que se presenta en la mente aparentemente. Pero esto no satisface la pregunta, porque nosotros somos sensibles y sentimos la existencia del Universo. Y si el universo es algo y no es el TODO, ¿Qué puede ser? Examinemos la cuestión.
Si el Universo existe absolutamente, o por lo menos parece que existe, debe proceder en alguna forma del TODO, ser su creación. Pero como algo no puede venir de nada, ¿de qué pudo crearlo el TODO? Algunos filósofos han contestado a esta pregunta diciendo que el TODO creó el Universo del sí mismo, esto es, sacándolo de su propia sustancia. Mas esta respuesta no sirve, puesto que el TODO no puede ser aumentado, ni disminuido, ni dividido, según hemos ya visto, y aunque así fuera no podría cada partícula del Universo estar segura de ser el TODO, puesto que éste no puede perder el conocimiento de sí mismo, ni convertirse en un átomo o fuerza ciega o un ser viviente inferior. Algunos, habiendo realizado que el TODO es todo, y reconociendo que ellos existían, han llegado a la extraordinaria conclusión de que ellos y el TODO eran idénticos, y han llenado el aire con sus gritos de «yo soy Dios», sirviendo de solaz a las multitudes y de motivo de pena para los sabios.
Si el átomo gritara «yo soy hombre», todavía sería modesto en comparación. Pero ¿qué es, en realidad, el Universo, si no es el TODO ni ha sido creado por Él separándolo de su propia sustancia? ¿Que otra cosa debe ser? O, mejor preguntado. ¿De qué otra cosa puede haberlo hecho? Esta es la gran cuestión. Nos encontramos con que el principio de correspondencia (véase el capítulo I) viene en nuestra ayuda. El antiguo axioma hermético «como es arriba es abajo» puede ser empleado ahora para iluminar este punto. Tratemos, pues, de comprender algo de lo que pasa en los planos superiores, examinando lo que pasa en el nuestro propio. El principio de correspondencia puede aplicarse a esto lo mismo que a cualquier otro problema.
Veamos. En su propio plano de existencia, ¿cómo crea el hombre? Primero, puede crear haciendo o construyendo algo con los materiales que el mundo externo le brinda. Mas esto no nos sirve, porque fuera del TODO no existen materiales de ninguna clase con los que Él pueda crear. En segundo lugar, el hombre puede crear por medio de la fecundación, que no es más que su multiplicación, acompañada por la transferencia de una parte de su propia sustancia a la matriz de la madre. Mas esto tampoco nos sirve, porque el TODO no puede transferir o substraerse a sí mismo una porción, ni puede reproducirse o multiplicarse a sí mismo. En el primer caso habrá una substracción de su sustancia o adición al TODO, lo que es un absurdo. ¿No existe otro medio por el cual crea el hombre? Sí, hay otro: la creación mental. Al crear en esta forma, él no emplea materiales que le aporte el mundo externo, ni se reproduce a sí mismo, y, sin embargo, su espíritu compenetra su creación mental.
Siguiendo el principio de correspondencia, se puede pensar justificadamente que el TODO crea el Universo mentalmente, de una manera parecida al proceso mediante el cual el hombre crea sus imágenes mentales. Y he aquí que en esta descripción coinciden tanto el dictamen dado por la razón como el de las almas iluminadas, según se puede encontrar en sus escritos o en sus enseñanzas. Tales son las doctrinas de los sabios. Tales las que enseñó Hermes.
El TODO no puede crear de ninguna manera, excepto mentalmente, sin emplear ni materiales (pues no hay ninguno), ni reproduciéndose (lo que también es imposible). No hay escapatoria para esta conclusión de la razón, la que, como hemos ya visto, concuerda perfectamente con lo que dicen los iluminados. De igual manera que podéis vosotros crear un universo en vuestra propia mente, así el TODO crea los Kosmos en la suya propia. Mas vuestro universo sería la creación de una mente finita, en tanto que la del TODO sería la creación de un infinito. Las dos son iguales en clase, pero difieren infinitamente en grado. Examinaremos más estrictamente el proceso de la creación y manifestación conforme vayamos avanzando en nuestro estudio. Mas este es el punto que debéis fijar por ahora en vuestras mentes: El Universo y todo lo que él contiene es una creación mental del TODO; todo es mente.

«El TODO crea en su mente infinita, innumerables universos, los que existen durante eones de tiempo, y así y todo, para Él, la creación, desarrollo, decadencia y muerte de un millón de universos no significa más que el tiempo que se emplea en un abrir y cerrar de
ojos.»
El Kybalion.

«La mente infinita del TODO es la matriz del Kosmos.»
El Kybalion.

El principio de género o generación (véase el capítulo I y otros que seguirán) se manifiesta en todos los planos de la vida: material, mental y espiritual. Pero, según ya hemos indicado anteriormente, el «género» no significa «sexo», pues este último no es más que la manifestación material del género. «Género» significa «lo relativo» a la generación o creación. Y dondequiera que algo se genera o se crea, sea en el plano que sea, es principio de género se está allí manifestando. Y esto es verdad, aun en lo que se refiere a la creación de los universos. Ahora no vayáis a suponer que estamos enseñando que hay un dios creador macho y otro hembra. Esto no sería más que una mistificación de las antiguas enseñanzas al respecto. La verdad es que el TODO, en sí mismo, está más allá del género, así como también está más allá de toda otra ley, incluyendo las del tiempo y del espacio. Él es la ley de la cual todas las leyes proceden, y, por lo tanto no puede estar sujeto a estas últimas. Mas cuando el TODO se manifiesta en el plano de la generación o creación, entonces actúa de acuerdo con la ley y con el Principio, pues se está moviendo en un plano inferior de existencia. Y consecuentemente, Él manifiesta el principio de género, en sus aspectos masculino y femenino, en el plano mental, por supuesto.
Esta idea podría parecer un tanto chocante, si la oís por primera vez, mas otras veces la habéis aceptado pasivamente en vuestras concepciones diarias. Habláis de la paternidad de Dios y de la maternidad de la Naturaleza, de Dios como padre divino y de la Naturaleza como madre Universal, y así habréis conocido instintivamente el principio del Género en el Universo. ¿No es así?.
Mas las enseñanzas herméticas no implican una dualidad real —el TODO es UNO— siendo los dos aspectos simples fases de manifestación. La doctrina es que el principio masculino manifestado por el TODO permanece, en cierta manera, aparte de la creación mental del Universo. Proyecta su voluntad sobre el principio femenino (que puede ser llamado naturaleza), siendo en ésta que comienza la obra evolutiva de un Universo, desde simples «centros de actividad» hasta el hombre, y aun a más elevados planos de existencia que el humano, todo ello de acuerdo con bien establecidas leyes de la Naturaleza. Si preferís las antiguas imágenes mentales, podéis concebir el principio masculino como Dios, el padre, y el principio femenino como Naturaleza, la madre universal, de cuya matriz todas las cosas nacen. Esto es algo más que una simple figura poética de lenguaje, es una idea del proceso de la creación de un Universo. Pero recordad siempre que el TODO es UNO, y que en su mente infinita es donde crean y generan
y existen los Kosmos.
Podría ayudaros a concebir esto propiamente el aplicarle la ley de correspondencia en vuestra propia mente. Sabéis que esa parte de vosotros que llamáis «yo», en cierto sentido, permanece aparte de la creación y de vuestras imágenes mentales en el intelecto. La parte de la mente en la que se efectúa la generación de imágenes puede ser llamada el «mí», en distinción con el «yo», que permanece aparte y que examina los pensamientos, ideas e imágenes del «mí». Como «arriba es abajo», acordaos, y los fenómenos de un plano pueden emplearse para resolver los enigmas de los planos superiores e inferiores.
¿Es acaso maravilloso que vosotros, los hijos, sintáis una reverencia instintiva hacia Padre-Madre? ¿Es maravilloso que cuando consideráis las obras y maravillas de la Naturaleza os sintáis conmovidos hasta lo más profundo de vuestro ser? Es a vuestra madre-mente a quien os estáis estrechando, como un niño se estrecha al seno de su madre.
No vayáis a suponer que el pequeñísimo mundo que os circunda —la Tierra— que no es más que un grano de arena en el Universo, es el universo mismo. Hay millones y millones de tales mundos, y aun muchos mayores que él. Y aun hay millones de millones de tales universos que existen en la Mente del Único. Y aun en nuestro sistema solar hay regiones y planos de vida muy superiores a los nuestros, y seres comparados con los que nosotros somos lo que las amebas respecto al hombre. Hay seres cuyos poderes y atributos son mucho más elevados que los del hombre, y éste jamás ha soñado que pudieran existir. Mas, a pesar de esto, esos seres fueron en poco tiempo lo que nosotros ahora, y seremos un tiempo como ellos son y aun superiores, porque tal es el destino del hombre, a juzgar por lo que nos dicen los iluminados.
La muerte no es real, ni aun en sentido relativo: no es sino nacer en una vida nueva, y ascendemos y seguiremos ascendiendo a planos de vida cada vez más elevados, durante eones y eones de tiempo. El universo es nuestra casa, nuestro hogar y podemos explorarlo hasta sus más lejanos confines, antes de la consumación de los tiempos. Estamos en la mente del TODO y nuestras posibilidades y oportunidades son infinitas, lo mismo en el tiempo que en el espacio. Y al fin del gran ciclo de eones, cuando el TODO reabsorba sus creaciones en sí mismo, marcharemos alegremente porque entonces seremos capaces de comprender la verdad toda de ser UNO con el TODO. Esto es lo que nos afirman los iluminados, esos que han avanzado tanto en el sendero de la realización.
Y, en el entretanto, estemos tranquilos y serenos; estamos seguros y protegidos por el Poder Infinito del Padre-Madre Mente.
«En la Mente del Padre-Madre, los hijos están en su hogar.»
El Kybalion.
«No hay nadie que no tenga padre y madre en el Universo.»
El Kybalion.

LA PARADOJA DIVINA

«El sabio a medias, reconociendo la irrealidad relativa del Universo,
se imagina que puede desafiar sus leyes, ése no es más que un
tonto vano y presuntuoso, que se estrellará contra las rocas y será aplastado por los elementos, en razón de su locura. El verdadero sabio conociendo la naturaleza del universo, emplea la Ley contra las leyes: las superiores contra las inferiores, y por medio de la alquimia transmuta lo que no es deseable, en lo valioso y de esta manera triunfa.
La maestría consiste, no en sueños anormales, visiones o imágenes fantasmagóricas, sino en el sabio empleo de las fuerzas superiores contra las inferiores vibrando en los más elevados. La transmutación (no la negación presuntuosa), es el arma del Maestro.»
El Kybalion.

Ésa es la paradoja del Universo, la que resulta del principio de polaridad, principio que se manifiesta cuando el TODO empieza a crear.
Aunque para el TODO infinito el Universo, sus leyes, sus poderes, su vida, sus fenómenos, son como cosas contempladas en el estado de meditación o ensueño, el Universo debe ser tratado como real, y la vida, las acciones y los pensamientos deben estar basados en ello, acordemente, si
bien se tenga un claro conocimiento y realización de la Verdad Superior cada uno respecto a su propio plano y leyes. Si el TODO hubiera imaginado un Universo real sería desastroso para éste, porque entonces no podría ascenderse de lo inferior a lo superior, el universo se habría convertido en una cosa fija, inmóvil y el progreso resultaría imposible. Y si el hombre, por su parte, debido a su media-sabiduría, actúa y vive y piensa en el Universo como si fuera un sueño (parecido a sus propios ensueños a finitos), así se convertirá efectivamente para él, y, al igual de un cadáver que caminase, se encontrará dando vueltas y más vueltas en un círculo, sin hacer el menor progreso y siendo forzado por último a despertarse y vivir por las leyes naturales que él hubiera olvidado. Conservad siempre la mente fija en la Estrella, pero mirad donde ponéis los pies, no vayáis a hundirlos en algún abismo. Recordad la paradoja divina que afirma que si bien el «Universo no es, sin embargo es». Recordemos siempre los dos polos de la verdad:
lo absoluto y lo relativo. Guardémonos de las verdades a medias.
Lo que los hermetistas conocen como «Ley de la paradoja» es un aspecto del principio de polaridad. Las escrituras herméticas están llenas de toda clase de referencias respecto a esa paradoja que se descubre en todos los problemas de la Vida y del Ser. Los instructores están siempre batallando para impedir que sus estudiantes omitan el «otro lado» de cualquier cuestión, y sus recomendaciones se dirigen especialmente a los problemas de lo absoluto y de lo relativo, que tanto confunden a los estudiantes de filosofía, y que obligan a tantos a obrar y a pensar contrariamente a lo que se conoce como «sentido común». Recomendamos mucho a nuestros estudiantes el que se aseguren de haber comprendido bien la paradoja divina de lo absoluto y lo relativo, evitando el ser hipnotizados por el falso miraje de la verdad a medias. Desde este punto de vista ha sido escrita esta lección. Leedla cuidadosamente.
La primera idea que se le ocurre al pensador que ha comprendido y realizado la verdad de que el Universo es una creación mental del TODO, es la de que el Universo y todo cuanto éste contiene son una pura ilusión, una irrealidad, contra cuya idea se revuelve instantáneamente. Pero esto, al
igual de otras grandes verdades, debe ser considerado desde los puntos de vista absoluto, el Universo es, por supuesto, una ilusión, un sueño, una fantasmagoría, si se compara con el TODO en sí mismo. Esto lo reconocemos nosotros mismos cuando hablamos del mundo como de un sueño, que va y viene, que nace y muere, desde el momento que todo lo que es mudable, que cambia, que es finito e insustancial, debe estar ligado a la idea de un Universo creado, cuando se compara con el TODO mismo, no importando cual puede ser nuestra creencia respecto a la naturaleza de ambos.
Filósofos, metafísicos, científicos y teólogos, todos están de acuerdo sobre ello, y esta concepción se encuentra en todos los sistemas filosóficos y religiosos, así como en las respectivas teorías de las escuelas metafísica y teológicas.
Las enseñanzas herméticas no predican la insubstancialidad del Universo en términos más fuertes que los que os son más familiares, aunque la exposición del asunto pueda pareceros algo más contundente. Todo cuanto tenga un principio y un fin, en cierto sentido debe ser irreal e ilusorio, y el Universo se encuentra en este caso, sea cual sea el sistema de las escuelas de pensamiento. Desde el punto de vista absoluto nada hay real excepto el TODO, no importando los términos que empleemos al pensar sobre ello o al discutirlo. Bien sea que el Universo haya sido creado de materia, o bien que sea una creación mental en la mente del TODO, es insustancial, mudable, sujeto al tiempo, al espacio, al cambio. Debemos comprender y sentir bien esto antes de pensar y examinar la concepción hermética de la naturaleza mental del Universo. Examina cualesquiera otras concepciones, y ved si existe alguna que no lo admita.
Mas el punto de vista absoluto muestra únicamente un solo lado de la cuestión, siendo el otro el aspecto relativo de la misma. Las verdades absolutas han sido definidas «como las cosas, tal como las conoce y las ve la mente de Dios», mientras que las verdades relativas son «las cosas tal como la más elevada razón del hombre las comprende». Y de esta manera, mientras que para el TODO el Universo debe ser ilusorio e irreal, un simple sueño o resultado de la meditación, sin embargo para las mentes finitas que forman parte de ese Universo, y mirando a través de las mortales facultades, el Universo es ciertamente real, y así debe ser considerado. Al reconocer
así el punto de vista absoluto, no cometeremos el error de ignorar o negar los hechos y fenómenos del Universo, tal como se nos presentan antes nuestras facultades mortales: no somos el TODO, recordémoslo.
Para emplear ilustraciones familiares, podemos reconocer el hecho de que la materia «existe» para nuestros sentidos, y haríamos muy mal si así no lo reconociéramos. Y, a pesar de ello, nuestra mente finita reconoce la verdad científica de que no hay tal materia desde el punto de vista de la ciencia, y que lo que llamamos materia no es más que un agregado de átomos, átomos los cuales a su vez, no son más que unidades de fuerza agrupadas que llamamos «electrones» o «iones», vibrando constantemente con movimiento circular. Golpeamos una piedra y sentimos el impacto, parece ser real, y, a pesar de ello, sabemos que no es más que lo ya expuesto. Pero recuerden que nuestro pie, que siente el golpe mediante la intervención del cerebro, es similarmente materia constituida por electrones, y por que de esa materia está hecho también nuestro cerebro. Y, por último, si no fuera por la mente, no sabríamos nada ni del pie ni de la piedra absolutamente. Además, el ideal que un artista o un escultor tratan de reproducir en el mármol o en el lienzo les parece muy real. Igualmente sucede con los personajes que crea la mente de un autor teatral, quien trata de expresarlos para que los demás puedan reconocerlos. Y si esto fuera cierto en el caso de nuestras mentes finitas, ¿cuál sería el grado de realidad de las imágenes mentales creadas en la mente del Infinito? ¡Oh, para los mortales este universo de mentalidad es ciertamente muy real! Es el único que jamás podremos conocer, aunque nos elevemos de plano en plano, cada vez más alto. Para que lo pudiéramos conocer de otra manera, por experiencia actual, tendríamos que ser el TODO mismo. Es muy cierto que, cuanto más nos
elevamos en la escala, tanto más cerca nos encontraremos de la mente del Padre y tanto más evidente se hace la naturaleza ilusoria de las cosas finitas, pero hasta que el TODO no nos absorba finalmente dentro de Él mismo no se desvanecerá la visión.
De manera, pues, que no necesitamos basarnos en esa ilusión. Reconozcamos más bien la verdadera naturaleza del Universo y tratemos de comprender sus leyes mentales, esforzándonos en emplearlas en la forma más efectiva para nuestro progreso ascendente en toda la vida conforme vamos viajando de un plano a otro del ser. Las leyes del Universo no dejan de ser «leyes de hierro» porque sean de naturaleza mental. Todos excepto el TODO, están sujetos a ellas. Lo que está en la infinita mente del TODO es real, sólo un grado menos que la realidad misma que constituye la naturaleza del TODO.
No nos sintamos, pues, inseguros o temerosos; sintámonos firmemente sostenidos en la mente infinita, y nada existe que pueda dañarnos o causarnos miedo. No hay poder alguno fuera del TODO que pueda afectarnos. Podemos permanecer tranquilos y seguros. Y en esta realización, una vez alcanzada, existe una plenitud de seguridad y calma. Entonces dormiremos serenamente sobre la firmeza inconcebible de lo Profundo, y descansaremos seguramente sobre el Océano de la mente Infinita que constituye al TODO. En Él, ciertamente, vivimos, nos movemos y tenemos nuestro ser.
La materia no es menos materia para nosotros mientras permanezcamos en ese plano, aunque sepamos que no es más que un agregado de partículas de fuerza, o electrones, que vibran rápidamente, girando unas en torno de otras, en la formación de los átomos. Los átomos, a su vez giran y vibran y forman así las moléculas, y la agrupación de estas últimas componen las grandes masas de materia. Y no será menos materia por el hecho de que, cuando avancemos en nuestra investigación, sepamos que la fuerza, cuyas unidades son los electrones, no son a su vez más que unidades de manifestación de la mente del TODO, y que como todo lo demás en el universo es puramente mental en su naturaleza. Aunque en el plano de la Materia tenemos que reconocer sus fenómenos, podemos dominarla (como lo hacen todos los maestros en menor o mayor grado) aplicándoles las fuerzas superiores.
Cometeríamos así una locura si negáramos la existencia de la materia en ese aspecto relativo. Podemos, sí, negar su dominio sobre nosotros; está bien, pero no debemos intentar ignorarla en su aspecto relativo, por lo menos mientras vivamos en este plano. Las leyes de la naturaleza tampoco se hacen menos constantes o efectivas por el hecho de que las conozcamos y sepamos que son simples creaciones mentales. Obran plenamente en todos los planos. Y nos libertamos de las leyes inferiores, aplicándoles las superiores, y sólo podemos conseguirlo de ésta manera. Pero no podemos escapar a la Ley o elevarnos por encima de ella completamente. Nadie, sino el TODO, puede escapar a la Ley, y esto es debido a que el TODO es la ley misma, de la cual todas las demás brotan. Los más avanzados maestros pueden adquirir los poderes que se atribuyen generalmente a los dioses, y existen muchos grados del ser en la gran jerarquía de la vida, cuyos poderes trascienden hasta los de los más elevados maestros, en un grado inconcebible para los mortales, pero hasta el Maestro más grande y el ser más elevado debe inclinarse ante la Ley y son como nada ante los ojos del TODO. Así que si hasta esos elevados seres, cuyos poderes exceden a los atribuidos por el hombre a sus dioses, están sujetos y sirven a la Ley, imagina la presunción del mortal de nuestra raza cuando mira las leyes de la Naturaleza como «irreales», visionarias e ilusorias, porque ha podido alcanzar a ver que esas leyes son de naturaleza mental, o simples creaciones del TODO. Esas leyes que el TODO quiere que rijan no pueden ser desafiadas o transgredidas. Mientras subsista el Universo subsistirán, porque aquel existe en virtud de esas leyes, las que forman la trama o el esqueleto en que el Universo se apoya. El Principio hermético del Mentalismo, a la vez que explica la verdadera naturaleza del Universo sobre la base de que todo es mental, no cambia las concepciones científicas del Universo, de la vida o de la evolución. En realidad, la ciencia no hace más que corroborar las enseñanzas herméticas.
Estas últimas enseñan que la naturaleza del Universo es mental, mientras que la ciencia afirma que es «material»; o, según sus últimas noticias, que es «energía» en el último análisis. Las enseñanzas herméticas tampoco están en pugna con el principio básico de Herbert Spencer, que postuló la existencia de una «Energía Infinita y Eterna, de la cual proceden todas lascosas». En realidad, los hermetistas reconocen en la filosofía de Spencer la más elevada expresión de la obra de las leyes naturales que jamás se promulgara, y creen que Spencer era una reencarnación de un antiguo filósofo que vivió en Egipto millares de años ha, y que más tarde vivió como Heráclito, el filósofo griego que viviera en el año 500 A. C. Y consideran su doctrina de la «energía infinita y eterna» como de acuerdo con las enseñanzas herméticas siempre con el agregado de que esa energía es la mente del TODO. Con esta clave maestra de la filosofía Hermética puede el estudiante de Spencer abrir muchas puertas de las concepciones filosóficas internas del gran filósofo inglés, cuyas obras demuestran los resultados de su preparación en sus encarnaciones anteriores. Sus enseñanzas respecto a la Evolución y al Ritmo están casi de perfecto acuerdo con la Doctrina Hermética referente al principio del Ritmo.
Así, pues, el estudiante no necesita dejar a un lado los puntos de vista científicos referentes al Universo. Todo lo que se le pide es que comprenda el principio básico de que el TODO es mente, de que el Universo es mental: sostenido firmemente en la mente del TODO. Y encontrará que los otros seis principios concuerdan perfectamente con este conocimiento científico, y servirán para dilucidar plenamente los puntos oscuros. No hay que maravillarse de ello, si se considera la influencia que el pensamiento hermético ejerciera sobre los filósofos primitivos de Grecia, sobre cuyas doctrinas descansan en gran parte las teorías de la ciencia actual. La aceptación del primer principio hermético (mentalismo) es la única gran diferencia entre la ciencia moderna y los estudiantes herméticos, y la ciencia se va dirigiendo gradualmente hacia ese punto, conforme avanza a través de la oscuridad y va encontrando su camino en el laberinto en que se ha metido en busca de la Realidad.
El objeto de esta lección es imprimir en la mente del estudiante el hecho de que el Universo y sus leyes y sus fenómenos son tan reales, en lo que al hombre concierne, como lo serían bajo la hipótesis del materialismo y de la energía. Bajo cualquier hipótesis, el Universo, en su aspecto externo, está siempre cambiando y es transitorio, y, por consiguiente, está desprovisto de realidad substancial. Pero, y nótese el otro polo de la verdad, bajo cualquiera de dichas hipótesis estamos obligados a obrar y a vivir como si esas cosas fugaces fueran reales y substanciales. Con esta diferencia siempre, que según las doctrinas se ignoraba el poder mental como Fuerza Natural, mientras que ahora vemos que el Mentalismo es la mayor fuerza de esa clase. Y esta sola diferencia basta para revolucionar la vida de aquellos que comprenden el principio y la práctica y leyes resultantes.
Por último, una vez que se comprenda la ventaja del Mentalismo se aprende a conocer, emplear y aplicar las leyes resultantes. Pero no se caiga en la tentación que, según indica El Kybalion, acecha al medio-sabio que lo hace hipnotizarse por la aparente irrealidad de las cosas, siendo su conciencia que camina de un lado para otro como soñando, viviendo en un mundo de ensueños, ignorando la vida diaria y su trabajo, siendo su final que se destrozará contra las rocas y se disolverá en los elementos, en razón de su locura. Más bien seguid el ejemplo del sabio que la misma autoridad indica:
«úsese la Ley contra las leyes; lo superior contra lo inferior, y por el arte de la alquimia trasmutad lo que no es deseable en lo estimable, triunfando en esa forma». De acuerdo con esta doctrina, debe evitarse la media-sabiduría, que es locura y que ignora la verdad de que: «El dominio consiste, no en sueños anormales o visiones y fantásticas imaginaciones, sino en emplear las fuerzas superiores contra las inferiores, escapando así a los dolores de los planos inferiores mediante la elevación a los superiores». Recuérdese siempre que la «transmutación y no la negación presuntuosa es el arma del Maestro». Las citas antedichas pertenecen a El Kybalion, y son muy dignas de tenerlas siempre presentes.
No vivimos en un mundo de sueños, sino en un Universo que, si bien es relativo, es real, por lo menos en lo que concierne a nuestra vida y obras.
Nuestra misión en el Universo no es negar su existencia, sino vivir, empleando debidamente sus leyes para ascender de lo inferior a lo superior, viviendo y haciendo lo mejor que podamos dentro de las circunstancias que surgen cada día, y viviendo, todo lo posible, nuestras más elevadas ideas e ideales. El verdadero significado de la vida no es conocido por el hombre en este plano —si es que alguien lo conoce—; pero los más sabios, y nuestras propias intuiciones también, nos enseñan que no nos equivocaremos si tratamos de vivir lo mejor posible y realizar la tendencia universal en el mismo sentido, a pesar de las aparentes evidencias en contra. Todos estamos en el Camino, y esta vía va siempre ascendiendo, con frecuentes sitios de reposo.
Léase el mensaje de El Kybalion, y sígase el ejemplo del sabio, evitando el error del medio-sabio, quien perece en razón de su locura.

martes, 26 de junio de 2007

«EL TODO» EN TODO

«Si bien es cierto que todo está en el TODO, no lo es menos que el TODO está en todas las cosas. El que comprende esto debidamente, ha adquirido gran conocimiento.»
El Kybalion.

¡Cuan a menudo se ha oído a la mayoría repetir la afirmación de que su Deidad era «todo en todo», y cuán poco ha sospechado el íntimo significado oculto encerrado en esas palabras emitidas tan sin ton ni son! La presión comúnmente empleada es lo que ha quedado de la máxima hermética del epígrafe. Como dice El Kybalion: «El que comprende esto debidamente, ha adquirido gran conocimiento». Y si esto es así, tratemos de comprender lo que significa, dada su gran importancia.
En esa máxima está encerrada una de las más grandes verdades filosóficas, científicas y religiosas.
Ya hemos dado la enseñanza hermética concerniente a la naturaleza mental del Universo —la verdad de que «el Universo es Mental, sostenido en la mente del TODO». Como dice El Kybalion en el pasaje citado: «todas las cosas están en el TODO». Pero nótese también la siguiente afirmación correlacionada: «Es igualmente cierto que el TODO está en todas las cosas». Esta contradicción aparente es conciliable según la ley de la Paradoja. Es, además, una afirmación hermética exacta sobre las relaciones que existen en el TODO y su Universo mental. Ya hemos visto como es que todo está en el TODO; examinemos ahora el segundo aspecto del asunto.
La doctrina hermética indica que el TODO es inminente e inherente al Universo, así como en toda parte, partícula, unidad o combinación, dentro del universo.
Los maestros suelen ilustrar este postulado, refiriéndose al Principio de Correspondencia. El instructor pide al estudiante que forme una imagen mental de algo, de una persona, una idea o alguna cosa que tenga forma mental, siendo el ejemplo preferido el de un autor que se esté formando una idea de los personajes, el de un pintor o escultor que esté creando la imagen mental de lo que trata de expresar con su arte. En cada caso el estudiante verá que, aunque la imagen tiene existencia y ser únicamente dentro de su propia mente, sin embargo, el estudiante mismo, autor, pintor, o escultor es, en cierto sentido, inmanente en dicha imagen. En otras palabras, toda la virtud, vida, espíritu o realidad de la imagen mental se deriva de la «inmanente mente» del pensador. Medítese esto un instante hasta que se comprenda bien la idea.
La Ley de la Paradoja explica que ambas proposiciones son ciertas, consideradas desde los puntos de vista apropiados. Micawber es, a la vez, Micawber y Dickens. Y mientras puede decirse que Micawber es Dickens, Dickens no es idéntico a Micawber. El hombre, como Micawber, puede exclamar: «El espíritu de mi creador me es inherente, y, sin embargo, yo no soy Él». Esto es muy diferente de la chocante media-verdad que clamorosamente anuncian algunos medio-sabios, diciendo: «Yo soy Dios». Imaginad al pobre Micawber o al ratero Uriah Heep exclamando: «Yo soy Dickens», o a cualquier otro personaje de las obras de Shakespeare anunciando: «Yo soy Shakespeare». El TODO está en la lombriz, pero la lombriz está muy lejos de ser el TODO. Pero aunque la lombriz exista meramente como una pequeña cosa, creada y teniendo su ser únicamente en la mente del TODO, el TODO es inmanente a ella, así como en las partículas que la componen. ¿Puede haber algún misterio mayor que el encerrado en esa proposición: «Todo está en el TODO y el TODO está en todo?».
El estudiante comprenderá, por supuesto, que las ilustraciones dadas más arriba son necesariamente imperfectas e inadecuadas, porque representan la creación de imágenes mentales en mentes finitas, mientras que el Universo es la creación de una mente infinita, y la diferencia entre los dos polos las separa. Y, sin embargo, es sólo cuestión de grado —el mismo Principio es el que opera— el Principio de Correspondencia se manifiesta en cada una: «Como es arriba, es abajo; como es abajo, es arriba».
Y en proporción a la realización que obtenga el hombre de la existencia del Espíritu Subyacente inmanente en su propio ser se elevará en la escala de la vida. Esto es lo que significa el desarrollo espiritual; el reconocimiento, la realización y la manifestación del Espíritu interno. Recuérdese siempre esta definición (la del desenvolvimiento espiritual), porque contiene la verdad de toda verdadera Religión.
Existen muchos Planos del Ser, muchos subplanos de vida, muchos grados de existencia en el Universo. Y todos dependen del adelanto de los seres en la escala, cuyo punto más bajo es la materia más densa, estando el Ser más elevado separado del Espíritu del TODO sólo por una sutilísima división, y por todas partes, a lo largo de esta escala de la vida, todo está en movimiento. Todos están en el sendero, cuyo fin y meta es el TODO. Todo progreso es una vuelta al hogar. Todo se mueve hacia arriba, adelante, a pesar de las aparentes contradicciones. Éste es el mensaje del iluminado.
La doctrina hermética concerniente al proceso de la creación mental del Universo es que, al principio del ciclo creador, el TODO, en su aspecto de ser, proyecta su voluntad hacia su aspecto de «Devenir» y el proceso de la creación comienza. Se dice que este proceso se reduce a una disminución gradual de intensidad vibratoria hasta que se alcanza un grado muy bajo de energía vibrante, en cuyo punto se manifiesta la forma más densa posible de materia. Este proceso se llama involución porque el TODO se «envuelve» en su creación. Y esto tiene su correspondencia en los procesos mentales de un artista, escritor o inventor, quien se «envuelve» tanto en su creación mental que olvida casi completamente su propia existencia, pues en esos momentos «vive en su creación». Si en vez de la palabra «envolverse» empleáramos la de «absorberse», quizá se diera una idea más clara del significado que trata de sugerir.
A este estado involucionario de la creación suele también llamársele la «Emanación» de la energía divina, así como el estado evolucionario se denomina «Absorción». Al polo más extremo del proceso creador, se le considera como el más separado del TODO, en tanto que el principio del estado evolutivo es mirado como un retorno de la oscilación del péndulo del Ritmo, como una vuelta al hogar.
La enseñanza es que durante la Efusión las vibraciones se van amortiguando gradualmente hasta que el impulso amortiguador cesa por último, y entonces se produce el retorno de la oscilación pendular. Pero existe esta diferencia: que mientras en la efusión se manifiestan las fuerzas creadoras compactamente, como un todo desde el comienzo mismo del estado evolutivo o de «reabsorción» se manifiesta la ley de la individualización; esto es, la tendencia a separarse en unidades de fuerza, de tal manera que lo que dejó al TODO como no individualizada energía vuelve a su fuente originaria como innumerables unidades de vida, altamente desarrolladas, que se han ido levantando cada vez más alto en la escala por medio de la evolución
física, mental y espiritual.
Los antiguos herméticos empleaban la palabra «meditación» para describir el proceso de la creación mental del Universo en la mente del TODO, habiéndose empleado también frecuentemente la palabra «contemplación».
Pero la idea que parece sugerir es la del empleo de la Atención Divina. «Atención» es una palabra derivada de raíz latina, que significa «alcanzar, llegar», y el acto de atención es realmente un «alcance, una extensión» de la energía mental; de manera, pues, que comprenderemos perfectamente el concepto si examinamos el verdadero significado de la atención.
La doctrina hermética concerniente a la evolución es que el TODO, habiendo meditado sobre el principio de la creación, y establecido así la base material del Cosmos, pensándolo en la existencia, gradualmente va despertándose de su meditación, y al hacerlo produce la manifestación del proceso evolutivo, en los planos material, mental y espiritual, sucesivamente
en orden. Así empieza el movimiento ascendente, y todos los seres comienzan a dirigirse hacia el Espíritu. La materia se va haciendo menos densa, las unidades vienen a ser, las combinaciones se inician, la vida aparece y va manifestándose en formas cada vez más elevadas y la mente se va
haciendo más evidente, vibrando todo cada vez más intensamente. En una palabra, el proceso entero de la evolución, en todas sus fases, comienza y sigue de acuerdo con las leyes del proceso de «absorción». Todo esto ocupa eones y eones de tiempo, estando compuesto cada eón por millones de años; pero, según dice el iluminado, toda la creación, incluyendo la involución y la evolución de un universo, no es más que un abrir y cerrar de ojos para el TODO. Al final de innúmeros ciclos de eones de tiempo el TODO retira su atención (contemplación) o meditación del Universo, porque la Gran Obra ha terminado, y todo queda absorbido en Él de quien otrora
emergiera. Pero el misterio de los misterios es que el Espíritu de cada alma no queda aniquilado, sino que se expande infinitamente, sumergiéndose uno en otro el Creador y el Creado. Ésa es la voz de la iluminación.
La iluminación expuesta sobre la meditación y el subsiguiente despertar de ella del TODO no es, por supuesto, más que un intento de descripción del proceso infinito, mediante un ejemplo finito. Pero, no obstante: «Como es arriba es abajo». La diferencia es sólo de grado. Y así, como el TODO se despierta de su meditación sobre el Universo, así también el hombre (a su debido tiempo) cesará de manifestarse sobre el plano material y se irá retirando cada vez más en el espíritu Interno, que, ciertamente, es el «Ego Divino».

Hay otra cosa más, y esto llega muy cerca del campo metafísico de especulación, aunque nuestro propósito es simplemente el mostrar la futilidad de tal especulación. Aludimos a la pregunta que inevitablemente se presenta ante la mente de todos los pensadores que se han aventurado a buscar la Verdad, la pregunta es: ¿Por qué creó el TODO al Universo? Esta pregunta podrá ser formulada en diferente forma, pero su esencia es siempre la misma.
Mucho han luchado los hombres para contestársela, pero aún no se posee respuesta alguna que merezca ese nombre. Algunos se han imaginado que el TODO ganaría algo con ello, pero eso es absurdo, porque ¿qué es lo que podrá obtener el TODO que ya no posea? Otros dicen que el TODO desea amar a algo, o que lo había creado para divertirse, o porque estaba silo, o para manifestar su poder. Pero todas esas respuestas son pueriles e infantiles y pertenecen a la primera infancia del pensamiento. Algunos han tratado de explicar el misterio presumiendo que el TODO se vio «compelido» a crear, en razón de su «naturaleza interna», o su «instinto creador». Esa idea, si bien representa un adelanto sobre las otras, tiene un punto débil. Si su «naturaleza interna o instinto creador» lo impulsara a hacer algo, entonces la naturaleza interna o instinto creador sería el Absoluto, en vez del TODO, y de ahí que la proposición falle por su misma base. Sin embargo, el TODO crea y se manifiesta y parece encontrar cierta satisfacción
al hacerlo. Y es muy difícil escapar a la conclusión de que en algún grado infinito tendría que tener algo que correspondiera a una naturaleza interna o instinto creador en el hombre, con un deseo y Voluntad correspondientemente infinito. No podría obrar si no quisiera hacerlo, no podría hacerlo a menos que lo deseara, y no lo desearía si no obtuviera con ello una satisfacción. Y todas estas cosas pertenecerían a una Naturaleza interna, y podría postularse su existencia de acuerdo con la Ley de Correspondencia, tanto interna como externa. Éste es el problema que yace en la raíz misma de la dificultad y la dificultad que se encuentra en la misma raíz del problema.
Estrictamente hablando, no puede decirse que haya ninguna «razón» para obrar, porque una razón implica una causa, y el todo está por encima de la causa y del efecto, salvo cuando su voluntad misma se convierte en una causa, en cuyo momento el principio se pone en movimiento. De manera, pues, que no puede pensarse en el mismo asunto, porque como el mismo TODO es incognoscible. Así como nos vemos obligados a decir simplemente:
EL TODO ES, así también sólo podemos decir que el TODO OBRA PORQUE OBRA. Y, en último término, el TODO es la razón en sí misma, y puede decirse en verdad que Él es su propia razón, su propia ley; su propio acto, mejor aún: Que el TODO, su razón, su acto y su ley, son uno, siendo las palabras diferentes nombres de la misma cosa. En opinión de los que esto escriben, la respuesta se halla encerrada en el íntimo ser del TODO, en su ser secreto. La Ley de correspondencia, en nuestra opinión, sólo llega al aspecto del TODO que denominamos el aspecto de devenir o de estado. Tras ese aspecto está el de ser, en el cual todas las leyes se pierden en la Ley, todos los principios en el Principio y el TODO, el Principio y el Ser, son idénticos, uno y lo mismo.
Por consiguiente, toda especulación metafísica sobre el punto es fútil. Si nos ocupamos aquí de la cuestión es sólo para mostrar que, si bien reconocemos el hecho, reconocemos también lo absurdo de las respuestas dadas por metafísicos y teólogos.
En conclusión, podrá ser de interés para los estudiantes el saber que en tanto que algunos de los antiguos y modernos instructores herméticos se inclinan más bien a aplicar el Principio de Correspondencia a la cuestión, que da por resultado la «naturaleza interna», la leyenda dice que Hermes, el Grande, cuando le fue hecha esa pregunta por algunos de sus más avanzados estudiantes, contestó apretando los labios fuertemente y no diciendo una palabra, como si indicara que no había respuesta. Pero también puede ser que quisiera aplicar el axioma de esta filosofía que dice que «los labios de la Sabiduría permanecen cerrados, excepto para los oídos del entendimiento», en la creencia de que aún sus más aventajados discípulos no poseían la comprensión necesaria que los calificara para esa enseñanza. De cualquier manera, si Hermes poseyó el Secreto no lo comunicó, y por lo menos en lo que al mundo concierne los labios de Hermes están cerrados al respecto. Y si Hermes el Grande vaciló en hablar, ¿quién sería el osado mortal que tratara de enseñarlo?
Pero, recordémoslo, cualquiera que sea la respuesta de este problema, si es que hay alguna, la verdad es que: «Si bien es cierto que todo está en el TODO, no lo es menos que el TODO está en todas las cosas». La proposición en este punto es enfática. Y, para terminar, repetiremos las palabras de la cita: «El que comprenda esto debidamente, ha adquirido gran conocimiento».

martes, 19 de junio de 2007

LOS PLANOS DE CORRESPONDENCIA

~«Como es arriba, es abajo; como es abajo, es arriba.»
- El Kybalion.

El segundo gran principio hermético encierra la verdad de que existe entre los diversos planos de manifestación de la vida y del ser una armonía, concordancia y correspondencia. Esta verdad lo es porque todo cuanto hay en el Universo emanó de la misma fuente, y las mismas leyes, principios y características se aplican a cada unidad o combinación de unidades de actividad, conforme cada una manifiesta su propio fenómeno en su propio plano.
Para facilitar la meditación y el estudio, la Filosofía hermética considera que el Universo puede dividirse en tres grandes clases de fenómenos, conocidas como los tres Grandes Planos:


  • I. EL PLANO FÍSICO.
  • II. EL PLANO MENTAL.
  • III. EL PLANO ESPIRITUAL.


Estas divisiones son más o menos artificiales y arbitrarias, porque la verdad es que las tres divisiones no son más que grados ascendentes en la gran escala de la vida, siendo el punto más bajo la materia indiferenciada, y el más elevado el del Espíritu. Y, además, los diferentes planos se esfuman unos en otros, de manera que no puede establecerse una división firme y nítida entre la parte superior del Plano Físico y la inferior del Mental.
En una palabra, los tres grandes planos pueden ser considerados como tres grandes grupos de grados de vida en manifestación.

«¿Un Plano es un lugar que tiene dimensiones, o no es más que una condición o estado?» Y podemos contestar «No, no es un lugar ni una dimensión ordinaria del espacio; pero, sin embargo, es más que un estado o condición». Puede ser considerado como un estado o condición; pero, no obstante, el estado o condición es un grado dimensional, es una escala, y está sujeto a medida. Parecerá esto quizá una paradoja, pero examinemos el punto.
Una «dimensión» es una medida en línea recta, relacionada con una medida base, etc. Las dimensiones ordinarias del espacio son longitud o largo, latitud o ancho, y grosor o altura. Pero existe otra dimensión de las cosas creadas, o medida en línea recta, conocida por los ocultistas y también por los hombres de ciencia, aunque estos últimos no le hayan dado todavía el nombre de dimensión. Esta nueva dimensión, que por el momento es la base de muchas especulaciones bajo el nombre de Cuarta Dimensión, es el tipo usado para determinar los «grados» o planos.
Esta cuarta dimensión puede ser denominada la de la «Vibración». Es un hecho bien conocido por la ciencia moderna, así como por los hermetistas, quienes han encerrado esa verdad en su tercer principio, que «todo está en movimiento, todo vibra, nada está en reposo». Desde la más elevada
manifestación hasta la más baja, todas las cosas vibran. Y no solamente vibran con diferente intensidad, sino en diferentes dimensiones y de diferente manera. Los grados de «intensidad» vibratoria constituyen los grados para medir en la escala de vibraciones, o sea los grados de la Cuarta Dimensión.
Todos estos grados forman lo que los ocultistas llaman «planos». Cuanto más elevado es el grado de vibración, tanto más elevado es el plano. De manera, pues, que aunque un plano no es un lugar, ni estado o condición, posee, sin embargo, cualidades comunes a ambos. Algo más tendremos que decir sobre las vibraciones en los próximos capítulos.

Se recordará, no obstante, que los tres grandes planos no son divisiones actuales y reales de los fenómenos del Universo, sino simples medios arbitrarios empleados por los herméticos para ayudar al pensamiento y al estudio de los diversos grados y formas de la actividad y de la vida universales.
El átomo de la materia, la unidad de fuerza, la mente del hombre y el ser del arcángel, no son más que grados de una sola y misma escala, y todos son fundamentalmente los mismos, siendo la diferencia sólo cuestión de grado y de intensidad vibratoria: todos son creaciones del TODO, y tienen su existencia dentro de su mente infinita.
Los herméticos subdividen cada uno de esos tres grandes planos en siete planos menores, y cada uno de éstos en siete subplanos, siendo estas divisiones más o menos arbitrarias, esfumándose unas en otras, pero han sido adoptadas por conveniencias del estudio científico.

El Gran Plano Físico, y sus siete planos menores, es la división que comprende todos los fenómenos del universo que se refieren a las cosas, fuerzas y manifestaciones físicas. Incluye todas las formas de lo que conocemos como materia, y todas las formas de lo que llamamos energía o fuerza. Pero se debe recordar que la Filosofía Hermética no reconoce la materia como una cosa en sí misma, o como si tuviera una existencia separada de la mente del TODO. La proposición es que la materia no es más que una forma de energía, esto es, energía de una intensidad vibratoria inferior de cierta clase. Y de acuerdo con ello, los herméticos clasifican la materia bajo el título de energía, y le adjudican tres de los siete planos menores
del Gran Plano Físico.

Dichas siete divisiones menores son las siguientes:

  • I. El plano de materia (A)
  • II. El plano de materia (B)
  • III. El plano de materia (C)
  • IV. El plano de sustancia etérea.
  • V. El plano de energía (A)
  • VI. El plano de energía (B)
  • VII. El plano de energía (C)


El Plano de Materia A
comprende las formas materiales sólidas, líquidas y gases, tal como lo reconocen generalmente las obras de texto físicas.
El Plano de Materia B
comprende ciertas formas más elevadas y sutiles de la existencia que la ciencia recién comienza a conocer: los fenómenos de la materia radiante, bajo sus fases de radium, etc., que pertenecen a la subdivisión más inferior de este plano menor.
El Plano de la Materia C
comprende formas de la materia más sutil y tenue, cuya existencia ni siquiera sospechan los hombres de ciencia actuales.
El Plano de la sustancia Etérea
comprende lo que la ciencia denomina «éter», sustancia de tenuidad extrema y de prodigiosa elasticidad, que compenetra todo el Espacio Universal y que obra como medio para la transmisión de ondas de energía tales como la luz, el calor, la electricidad, etc. Esta sustancia etérea es el eslabón de unión entre la llamada materia y la energía, participando de la naturaleza de ambas. La doctrina hermética dice que ese plano tiene siete subdivisiones (como las tienen los demás planos menores), y que, en realidad, hay siete éteres en vez de uno.
El Plano de la Energía A.
comprende las formas de energía que la ciencia conoce corrientemente, siendo sus siete subdivisiones respectivamente: Calor, Luz, Magnetismo, Electricidad, Atracción (gravitación, cohesión, afinidad química, etc.) y otras varias formas de fuerza que revelan los experimentos científicos, pero que aún no han sido denominadas o clasificadas.
El Plano de la Energía B
comprende siete subdivisiones de las más elevadas modalidades de energía, que aún no ha descubierto la ciencia, pero que han sido llamadas «Las Fuerzas Sutiles de la Naturaleza», cuya manifestación se provoca mediante ciertos fenómenos mentales, cuyos fenómenos son posibles merced a ellas.
El Plano de la Energía C
comprende siete subdivisiones de energía tan elevadamente organizada que tiene muchas de las características de la vida, pero no son reconocidas por el hombre en el actual estado de desarrollo, siendo utilizables solamente para los seres del Planeta Espiritual. Esa energía es inconcebible y puede ser considerada casi como «poder divino». Los seres que la emplean son como dioses, aun comparándolos con el tipo humano más elevado que conozcamos.

El Gran Plano Mental
comprende esas formas de cosas vivientes que conocemos en la vida ordinaria, así como otras formas no tan bien conocidas, salvo por los ocultistas.
La clasificación de los siete planos mentales menores no es muy satisfactoria sino más bien arbitraria (salvo que se acompañara por complicadas explicaciones que son ajenas al propósito de este escrito), pero la mencionaremos.

  • I. El plano de la mente mineral
  • II. El plano de la mente elemental (A)
  • III. El plano de la mente vegetal
  • IV. El plano de la mente elemental (B)
  • V. El plano de la mente animal
  • VI. El plano de la mente elemental (C)
  • VII. El plano de la mente humana.

El Plano de la Mente Mineral
comprende los estados o condiciones de las unidades o entidades, o grupos y combinaciones de las mismas, que animan las formas conocidas bajo el nombre de minerales, substancias químicas, etc. Estas entidades no deben ser confundidas con las moléculas, átomos y corpúsculos siendo estos últimos sólo el cuerpo material de dichas entidades, así como el cuerpo del hombre no es más que su forma material y no él mismo. A esas entidades se las puede llamar «almas» en cierto sentido, y son seres vivientes de escaso grado de desarrollo, vida y mentalidad, apenas un poco más que las unidades de «energía viviente» que comprenden las subdivisiones superiores del más elevado plano físico. El hombre corriente no suele atribuir mente, alma o vida al reino mineral, pero todos los ocultistas reconocen la existencia del mismo, y la ciencia moderna se está encaminando rápidamente hacia este punto de vista. Las moléculas, átomos y corpúsculos tienen sus «odios y amores», gustos y desagrados, atracciones y repulsiones, afinidades y no-afinidades, etc., y algunos hombres de ciencia han expresado la opinión de que el deseo y la voluntad, las emociones y sentimientos de los átomos sólo difieren en grado de los del hombre. No tenemos espacio para discutir el asunto aquí. Todos los ocultistas saben que es un hecho, y otros se refieren a los descubrimientos científicos más recientes para que se vea su corroboración. Este plano tiene las siete subdivisiones habituales.

El Plano de la Mente Elemental A
comprende el estado o condición y grado de desarrollo mental y vital de una clase de entidades desconocidas para el hombre corriente, pero que el ocultista conoce. Son invisibles para los sentidos ordinarios del hombre, pero, no obstante, existen y desempeñan su papel en el Drama del Universo. Su grado de inteligencia es intermedio entre las entidades minerales y químicas por una parte y las entidades del reino animal por la otra. Hay siete subdivisiones en este plano también.
El Plano de la Mente Vegetal y sus siete subdivisiones
comprende los estados o condiciones de las entidades que encierra el mundo vegetal, los fenómenos mentales y vitales que se conocen corrientemente. Muchas e interesantes obras científicas se han escrito últimamente sobre la mente y la vida en las plantas. Los vegetales tienen vida, mente y alma, tanto como los animales, el hombre y el superhombre.

El Plano de la Mente Elemental B y sus siete subdivisiones
comprende los estados y condiciones de una forma de elementales o entidades invisibles, que hacen su obra en el Universo, cuya mente y vitalidad forma parte de la escala entre el Plano de la Mente Vegetal y el Plano de la mente Animal, participando dichas entidades de la naturaleza de ambos.
El Plano de la Mente Animal y sus siete subdivisiones comprende los estados y condiciones de las entidades, seres o almas, que animan los cuerpos vivientes de los animales y que son familiares a todos. No es necesario entrar en detalles concernientes a este reino o plano de vida, porque el mundo animal nos es tan familiar como el nuestro propio.
El Plano de la Mente Elemental C y sus siete subdivisiones
comprende las entidades o seres invisibles, que participan de la naturaleza de la vida animal y humana, en determinado grado y combinación. Los elementos pertenecientes a este plano y que están en el grado más elevado del mismo, son semihumanos en inteligencia.
El Plano de la mente Humana y sus siete subdivisiones
comprende las manifestaciones de la vida y mentalidad que son comunes al hombre en sus varios grados y divisiones. En este punto debemos indicar el hecho de que el hombre corriente actual ocupa la cuarta subdivisión del Plano de la mente Humana, y sólo los más inteligentes han cruzado los límites de la quinta subdivisión. Millones de años ha empleado la raza para alcanzar este estadio, y tardará muchos años más en llegar a las subdivisiones sexta y séptima.
Pero debemos recordar que ha habido razas anteriores a las nuestras que han pasado por esos grados y después más allá de ellos. Nuestra propia raza es la quinta (con más los rezagados de la cuarta) que huella el Sendero.
En ella ha habido unas cuantas almas avanzadas que han sobrepasado a la masa y han llegado a la sexta y hasta la séptima subdivisión, y algunos un poco más allá todavía. El hombre de la sexta subdivisión será el superhombre, y el de la séptima el ultra hombre.
Al considerar los siete planos mentales menores nos hemos referido a los tres planos elementales en un sentido general. No deseamos entrar en mayores detalles en esta obra, porque el asunto no pertenece a este plano de la filosofía y enseñanzas generales. Pero hemos dicho esto para dar una idea un poco más clara de las relaciones de estos planos con los que nos son más familiares.

Los Planos Elementales guardan la misma relación en mentalidad y vitalidad con los Planos Mineral, Vegetal, Animal y Humano, que las teclas negras de un piano con las blancas. Las teclas blancas bastan para producir música, pero hay ciertas escalas, melodías y armonías en las que
las teclas negras desempeñan su parte, siendo necesaria su presencia. Son también necesarias como eslabones de unión en las condiciones anímicas, o estados de ser diversos, entre los demás planos, alcanzándose así ciertas formas de desenvolvimiento. Y este hecho dará al lector que pueda leer entre líneas una luz nueva sobre el proceso de la evolución, una nueva clave para la secreta puerta de la vida que se oculta entre reino y reino. Todos los ocultistas conocen perfectamente esos grandes reinos de Elementales, y las obras esotéricas están llenas de alusiones a los mismos.
Los que hayan leído Zanoni, de Bulwer Lytton, y otras leyendas similares, reconocerán a esas entidades pertenecientes a los mencionados planos de la vida.

Pasando del gran Plano Mental al Gran Plano Espiritual, ¿qué es lo que podríamos decir?, ¿Cómo podríamos explicar esos elevados estados del ser, de la vida y de la mentalidad a mentes que son todavía incapaces de comprender las subdivisiones más elevadas del Plano de la Mente Humana? Esa tarea es imposible. Sólo podemos hablar en los términos más generales. ¿Cómo podría describirse la luz a un hombre que haya nacido ciego?, ¿Cómo explicar el azúcar a quien nunca ha probado algo dulce?, ¿Cómo hablar de armonía a un sordo?.
Todo lo que podemos decir es que los siete planos menores del Gran Plano Espiritual (cada uno de los cuales tiene las usuales siete subdivisiones), comprenden seres tan superiores al hombre actual como este último es superior al gusano o quizás a formas aún inferiores. La vida de esos seres trasciende tanto a la nuestra que ni siquiera podemos pensar en los detalles de las mismas. Su mente es tan elevada que, por ellos, nosotros apenas si pensamos, y nuestros procesos mentales les parecen puros procesos materiales. La materia que forma sus cuerpos es del plano más elevado, y algunos se dicen que están envueltos por pura energía. ¿Qué es lo que podría
decirse sobre tales seres?
En los siete planos menores del Gran Plano Espiritual existen seres de quienes hablamos como Ángeles, Arcángeles o semi-dioses. En los planos menores inferiores viven aquellos a quienes damos el nombre de Maestros y Adeptos. Sobre ellos están las grandes jerarquías de huestes angélicas, inconcebibles para el hombre, y sobre ellas están los que sin irreverencia alguna podrían llamarse dioses, pues su grado de elevación en la escala es tan alto, tan grande su poder e inteligencia, que sobrepasan a todas las concepciones que el hombre se ha formado sobre la Deidad. Esos hombres están de todo cuanto se pueda imaginar, siendo la palabra «Divino» la única que se les podría aplicar. Muchos de esos seres, incluso las huestes angelicales, tienen sumo interés por las cosas del Universo y desempeñan un papel importantísimo en sus procesos. Esas invisibles divinidades y auxiliares angélicas ejercen su influencia libremente y poderosamente en la obra de la evolución y del progreso cósmico. Su intervención ocasional y auxilio directo en los asuntos humanos han dado origen a muchas leyendas, creencias, religiones y tradiciones de las razas pasadas y actuales. Han superpuesto su conocimiento y poder sobre el mundo una y otra vez, todo bajo la ley del TODO, por supuesto.
Pero sin embargo, aún esos elevadísimos seres existen meramente como creaciones de la mente del TODO y están sujetos a los procesos cósmicos y a las leyes universales. Son todavía mortales, podemos llamarlos «dioses» si nos agrada, pero no son más que nuestros hermanos mayores: las almas avanzadas que han sobrepasado a sus compañeras y que han renunciado temporalmente al éxtasis de la absorción en el TODO, para poder ayudar a la raza en su ascendente jornada en el Sendero. Pero pertenecen al Universo y están sujetos a sus condiciones —son mortales y su plano es inferior al del Espíritu Absoluto.
Sólo los herméticos más avanzados son capaces de comprender las enseñanzas secretas concernientes al estado de existencia y a los poderes manifestados en los planos espirituales. El fenómeno es tan superior al que se produce en los Planos Mentales que cualquier intento de descripción sólo serviría para producir una gran confusión de ideas. Únicamente aquellos cuya mentalidad ha sido cuidadosamente educada en la Filosofía Hermética durante años enteros, y los que han traído consigo, de encarnaciones anteriores, el conocimiento adquirido previamente, pueden comprender adecuadamente lo que significan las enseñanzas referentes a los planos espirituales.
Y muchas de ellas las guardan celosamente los herméticos por considerarlas demasiado sagradas, importantes y hasta peligrosas, como para divulgarlas públicamente. El estudiante inteligente comprenderá lo que esto significa si dijéramos que el significado de la palabra «Espíritu», tal como lo usan los herméticos, es sinónimo de «poder viviente», de fuerza animada, de esencia interna o vital, etc., significación que no debe confundirse con lo que generalmente se atribuye al término en cuestión: «religioso, eclesiástico, espiritual, etéreo, santo, etc.». El ocultista emplea la palabra Espíritu en el sentido de «principio animador», lo que lleva consigo laidea de poder, de energía viviente, de fuerza mística, etc. El ocultista sabe muy bien que lo que él conoce como poder espiritual puede ser empleado con fines buenos o malos (de acuerdo con el principio de polaridad), hecho que ha sido reconocido por la mayoría de las religiones en sus concepciones de Satanás, Belcebú, el Diablo, Lucifer, Ángeles caídos, etc. por esta razón el conocimiento referente a esos planos ha sido mantenido en el secreto, en el Santuario de los Santuarios de todas las fraternidades esotéricas y órdenes ocultas. Ha sido guardado en la más secreta cámara del Templo.
Pero, y esto si podemos decirlo, los que han alcanzado grandes poderes espirituales y los han empleado mal se han creado un Destino terrible, y la oscilación del péndulo del Ritmo inevitablemente los llevará al otro extremo de la existencia material, desde cuyo punto tendrán que volver nuevamente a hacer el mismo camino a lo largo de las múltiples espirales del
Sendero, pero siempre tendrán como castigo el recuerdo vibrante de las cumbres donde cayeron debido a su mal obrar. Las leyendas sobre los ángeles caídos tienen una base real, como saben todos los ocultistas. La lucha interesada por el poder en los planos espirituales inevitablemente produce que el alma egoísta pierda su equilibrio espiritual y caiga tan abajo como había ascendido. Pero, aun a estas almas, se les presenta la oportunidad de volver sobre sus pasos, y hacen la jornada de vuelta pagando la tremenda penalidad, de acuerdo con la invariable ley.

Para concluir, recordamos que, de acuerdo con el principio de Correspondencia que encierra la verdad de que «Como es arriba, es abajo; como es abajo, es arriba», todos los siete principios herméticos están en plena operación en los diversos planos, físico, mental y espiritual. El Principio de la Sustancia Mental se aplica, por supuesto, a todos los planos, porque todos están en la mente del TODO. El Principio de Correspondencia se manifiesta en todos, porque existe analogía, acuerdo, correspondencia y concordancia entre los varios planos. El Principio de Vibración se manifiesta también en todos los planos, pues las diferenciales que los dividen son consecuencia de la vibración, como ya hemos explicado. El Principio de Polaridad se manifiesta en cada plano, siendo los extremos o polos aparentemente opuestos y contradictorios. El Principio del ritmo se manifiesta en cada plano, con flujo y reflujo, ascenso y descenso, ingreso y egreso. El Principio de Causa y Efecto se manifiesta en cada plano, teniendo todo efecto su causa y toda causa su efecto. El Principio de Género se manifiesta en cada plano, estando siempre expresada la energía creadora y operando mediante los aspectos masculino y femenino.
«Como es arriba, es abajo; como es abajo, es arriba». Los milenarios axiomas herméticos encierran los grandes principios de los fenómenos universales.
Conforme vayamos considerando los restantes principios, veremos cada vez más clara la verdad de la naturaleza universal de este gran Principio de Correspondencia.




«La mente, así como todos los metales y demás elementos, pueden ser transmutados, de estado en estado, de grado en grado, de condición en condición, de polo a polo, de vibración en vibración. La verdadera transmutación hermética es una práctica, un método, un arte mental.»

- EL KYBALION

lunes, 14 de mayo de 2007

VIBRACIÓN

«Nada reposa; todo se mueve; todo vibra.» - El Kybalion.

El tercer Gran Principio Hermético —el Principio de la Vibración— encierra la verdad de que el movimiento se manifiesta en todo el Universo. Nada está en reposo, todo se mueve vibra y circula. Este principio hermético fue reconocido por algunos de los primitivos filósofos griegos, quienes lo expusieron en sus sistemas. Pero después, durante siglos enteros, quedó olvidado, salvo por los perseguidores de las doctrinas herméticas. En el siglo XIX la ciencia física ha redescubierto esa verdad, y los descubrimientos científicos del siglo XX han aportado su testimonio en corroboración de esa verdad sostenida por la antiquísima Filosofía Hermética.
La doctrina hermética no afirma solamente que todo está en movimiento constante, sino que las diferencias entre las diversas manifestaciones del poder universal se deben por completo al diferente modo e intensidad vibratoria.
Y no sólo esto, sino que aun el TODO mismo manifiesta una vibración constante de tal infinita intensidad y rapidez, que prácticamente puede considerarse como si estuviera en reposo. Los instructores llaman la atención del estudiante sobre el hecho de que aun en el plano físico un objeto que gire rápidamente, como una rueda, por ejemplo, parece estar inmóvil.
El espíritu es uno de los polos de la vibración, constituyendo el otro polo formas de materia extremadamente densas. Entre ambos polos hay millones y millones de diferentes intensidades y modos de vibración.
La ciencia moderna ha comprobado que todo lo que llamamos materia y energía no es más que «modos de movimientos vibratorios», y algunos de los más avanzados hombres de ciencia se están encaminando rápidamente hacia el punto de vista que los ocultistas tienen sobre los fenómenos de la mente: simples modos de vibración o movimiento. Veamos ahora lo que la ciencia tiene que decir sobre las vibraciones en la materia y en la energía.
En primer lugar, la ciencia dice que toda materia manifiesta, en algún grado, la vibración producida por la temperatura o el calor. Esté un objeto frío o caliente (pues ambos no son más que grados de la misma cosa), manifiesta ciertas vibraciones calóricas, y en ese sentido está en vibración.
Todas las partículas de materia están siguiendo un movimiento circular, lo mismo los corpúsculos que los astros. Los planetas giran en torno de un sol, y muchos de ellos giran también sobre sus propios ejes. Los soles, a su vez, giran en torno de puntos centrales mayores, y se cree que éstos giran también alrededor de otros todavía más grandes, y así sucesivamente, ad infinitum. Las moléculas de que se compone cualquier clase de materia están en constante vibración, moviéndose unas en torno de otras, y también unas contra otras. Las moléculas están compuestas por átomos, los que, como aquellas, también están en constante movimiento y vibración. Los átomos están compuestos por corpúsculos, llamados también «electrones», «iones», etc., los que también están en un estado de rapidísima moción, girando unos en torno de otros, con diversas modalidades vibratorias. Y de esta manera toda materia manifiesta vibración, de acuerdo con el principio hermético correspondiente.
Y así sucede también con las diversas formas de energía. La ciencia dice que la luz, el calor, el magnetismo y la electricidad no son más que formas de movimiento vibratorio relacionado de alguna manera con el éter, o probablemente emanado de él. La ciencia no ha tratado aún de explicar la naturaleza del fenómeno conocido como cohesión, que es el principio de la atracción molecular, ni de la afinidad química, que es el principio de la atracción atómica; ni de la gravitación (el mayor misterio de los tres), que es el principio de atracción por el cual toda partícula o masa de materia se siente atraída hacia toda otra partícula o masa. Estas tres modalidades de la energía no las comprende aún la ciencia, si bien los estudiosos se inclinan a pensar que son también manifestaciones de alguna forma de energía vibratoria, cosa que los herméticos han enseñado durante largas edades en el pasado.
El éter universal, cuya existencia postula la ciencia sin comprender claramente su naturaleza, ya había sido explicado por los herméticos, quienes aseguraban que era una manifestación superior de lo que erróneamente se llamaba materia; es decir, que el éter era materia en un grado de vibración superior. El nombre que le daban era el de Sustancia Etérea, y decían que esta sustancia era de tenuidad y elasticidad extremas, llenando el espacio universal, sirviendo como médium de transmisión para las ondas de energía vibratoria como el calor, la luz, la electricidad, el magnetismo, etc. La sustancia etérea es el eslabón de unión entre la modalidad de energía vibratoria que conocemos como materia por un lado y la que conocemos como energía o fuerza, por el otro, manifestando además un grado de vibración, en intensidad y modo, completamente propio.
Los hombres de ciencia proponen como ilustración para ver los efectos del aumento de vibración una rueda girando con gran rapidez. Supongamos primeramente que la rueda gira lentamente. Entonces diríamos que es un «objeto». Si el objeto gira lentamente lo podremos ver fácilmente, pero no sentimos el menor sonido. Aumentándose gradualmente la velocidad en pocos momentos se hace ésta tan rápida que comienza a oírse una nota muy baja y grave. Conforme sigue aumentando la velocidad la nota se va elevando en la escala musical, y así se van distinguiendo unas tras otras las diversas notas conforme aumenta la velocidad de rotación. Finalmente, cuando el movimiento ha llegado a cierto límite se llega a la última nota perceptible por el oído humano, y si la velocidad aumenta aún, sigue el mayor silencio. Nada se oye ya, pues la intensidad del movimiento es tan alta que el oído humano no puede registrar sus vibraciones. Entonces comienzan a percibirse poco a poco sucesivos grados de color. Después de un tiempo el ojo comienza a percibir un oscuro color rojo. Este rojo va haciéndose cada vez más brillante. Si la velocidad sigue aumentando el rojo se convertirá en anaranjado, el anaranjado en amarillo. Después seguirán sucesivamente matices verdes, azules y añil, y finalmente aparecerá el matiz violeta. La velocidad se acrecienta más aún: entonces desaparece todo color, porque el ojo humano ya no puede registrarlos. Pero ciertas radiaciones humanas emanan del objeto en revolución: los rayos que se usan en la fotografía y otras radiaciones sutiles de la luz.
Después comienzan a manifestarse los rayos conocidos bajo el nombre de X, y más tarde empiezan a emanarse electricidad y magnetismo. Cuando el objeto ha alcanzado cierto grado de vibración, sus moléculas se desintegran, resolviéndose en sus elementos originales o átomos. Después de los átomos, según el principio de vibración, se separarían en innumerables corpúsculos o electrones, de los que están compuestos. Y, finalmente, hasta los corpúsculos desaparecerían y podría decirse que el objeto estaría compuesto por sustancia etérea. La ciencia no se atreve a llevar la ilustración más allá, pero los herméticos dicen que si las vibraciones continuaran aumentando el objeto pasaría sucesivamente por estados de manifestación superiores, llegando al plano mental y después al espiritual, hasta ser por último absorbido en el TODO que es el Espíritu Absoluto. El «objeto», sin embargo, habría dejado de ser tal mucho antes de llegar a la sustancia etérea, pero de todas maneras la ilustración es correcta en cuanto demuestra los efectos del aumento continuo de la intensidad vibratoria.
Debe recordarse que en la ilustración anterior, con el llegar a los estados en que el objeto irradia color, luz, etc., no se ha resuelto aún la cuestión en esas formas de energía (que están en un grado mucho más elevado), sino que simplemente llega a un grado de vibración en el que esas energías se libertan hasta cierto punto de las limitadoras influencias de las moléculas, átomos y corpúsculos. Esas energías, si bien son muy superiores en la escala a la materia, están aprisionadas y confinadas en las combinaciones materiales, en razón de las fuerzas que se manifiestan a través de ellas, y empleando formas materiales, y de esta manera se confinan en sus creaciones corpóreas, lo que, hasta cierto punto, es cierto en toda creación, quedando
la fuerza creadora envuelta en su propia creación.
Pero la doctrina hermética va mucho más allá que la ciencia moderna, y afirma que toda manifestación de pensamiento, emoción, razón, voluntad, deseo o cualquier otro estado mental, va acompañada por vibraciones, parte de las cuales se emanan al exterior y tienden a afectar las mentes de los demás por «inducción». Esta es la causa de la telepatía, de la influencia mental y de otros efectos del poder de una mente sobre otra, la que ya va siendo de dominio público, debido a la gran cantidad de obras de ocultismo que están publicando discípulos e instructores sobre estas materias.
Cada pensamiento, emoción o estado mental tiene en su correspondiente intensidad y modalidad vibratoria. Y, otras, esos estados mentales pueden ser reproducidos, así como una nota musical puede ser reproducida haciendo vibrar las cuerdas de un instrumento con la velocidad requerida, o comose puede reproducir un color cualquiera. Conociendo el Principio de Vibración, aplicado a los fenómenos mentales, uno puede polarizar su mente en el grado que quiera, obteniendo así un perfecto dominio y contralor sobre sus estados mentales. De la misma manera, podrá afectar las mentes de los demás, produciendo en ellos los requeridos estados mentales. En una palabra, podrá producir en el Plano Mental lo que la ciencia produce en el físico, o sea las vibraciones a voluntad. Este poder, por supuesto, puede adquirirse únicamente mediante las instrucciones, ejercicios y prácticas apropiadas, siendo la ciencia que las enseña, la de la «transmutación mental», una de la rama de la Filosofía Hermética.
Un poco de reflexión sobre lo que hemos dicho mostrará que el Principio de Vibración está oculto tras todos los maravillosos fenómenos de los poderes manifestados por los Maestros y Adeptos, quienes pueden aparentemente eludir las leyes de la Naturaleza, pero que, realmente, no hacen más que emplear una ley contra otra, un principio contra otros, y que llevan a cabo sus resultados modificando las vibraciones de las cosas materiales o de las energías, realizando así lo que comúnmente llamamos milagros.

Como dijo una de las más antiguas autoridades herméticas:
«Aquel que ha comprendido el Principio de Vibración, ha alcanzado el cetro del Poder».